Estamos a mediados de agosto de 1943 la temperatura sube a valores inusitados para la época del año, 37 grados. La causa de este fenómeno puede ser el fuerte y caliente viento que soplaba desde la mañana de aquel día 18. Los agoreros comenzaron a presagiar que podía ocurrir algo. Otros presagiaban la posibilidad de un movimiento sísmico. La gente estaba más sensible que de costumbre pero en el centro de la ciudad todo estaba dispuesto para que el comercio reabra sus puertas en el horario vespertino. En aquellos tiempos los negocios comenzaban a atender a las 14.30. Pero ese día no iba a ser igual y el centro se volvió un caos cuando a las 14.25 se derrumbó el techo y parte de la obra que se estaba realizando en la ochava noroeste de la esquina de Mendoza y Muñecas. Caos, gritos y corridas alejándose del lugar. Además del pánico de los tucumanos que pasaban por la zona y que no entendían, en primer momento, lo que estaba ocurriendo. Nubes del polvo, esquirlas de ladrillos y un ruido atronador alteraron la siesta.
Según el relato de nuestro colega de entonces, “acentuó el miedo una circunstancia verdaderamente especial. En esos momentos cobraba marcada intensidad el fenómeno atmosférico iniciado en la mañana, soplaba un fuerte viento caliente, huracanado”. Y agregaba que “en un principio todo era confusión. Nadie atinaba a acudir en socorro de los que quedaron aprisionados entre los escombros. Llevados por el espíritu de conservación la gente corría en distintas direcciones, despavorida y aterrorizada”. Para tener en cuenta según datos de la Oficina Meteorológica aquel día la presión estaba en 700 milímetros de mercurio cuando lo normal era más de 725 -equivalente a a 1.010 mb (milibares); 100 325 Pa (pascales); a 1010 hPa (hectopascales)- y la humedad ambiente apenas llegaba al uno por ciento cuando lo normal eran 40.
Construcción
En esa ochava noroeste desde hacía tres meses se estaba construyendo la tienda “La Tropical”. El doctor Melitón Camaño había vendido esa propiedad a la firma Adolfo Caso e Hijo, que demolió la antigua casona y estaba erigiendo un edificio moderno, de dos pisos de altura, destinado al nuevo comercio.
En segundos, las cabriadas de hierro del salón -de 26 metros de largo- se inclinaron sobre las columnas; éstas cedieron junto a las vigas de cemento armado y el techo de la construcción se vino abajo estrepitosamente. La caída causó la muerte de dos obreros y dejó 16 heridos, algunos de gravedad; y otras personas que pasaban por allí también sufrieron golpes.
Tras el espanto y con la llegada de los bomberos y la policía, junto con conscriptos del regimiento 19 y del Quinto de Comunicaciones comenzó a ordenarse la situación. Con ello también comenzaron las tareas de auxilio de las víctimas del derrumbe. Los gritos de auxilio azuzaron una rápida y eficiente reacción solidaria. Entre la masa informe de bloques de cemento, hierro y mampostería, los ocasionales rescatistas comenzaron la pesada tarea. Se sumaron numerosas personas que afanosamente trabajaron con picos y palas, junto a los obreros que salieron ilesos; todos cooperaron con fruición removiendo escombros para rescatar a los heridos.
Cables peligrosos
Alguien alertó que los cables del alumbrado se habían cortado entre enceguecedores chispazos, y rápidamente operarios de la vecina Compañía Argentina de Teléfonos se encargaron de aislarlos.
Por su lado, la policía hacía esfuerzos para contener a quienes, imprudentemente, pujaban por acercase al lugar de la tragedia. En el hospital Padilla, en la Asistencia Pública y en sanatorios, se registraron emotivas y dolorosas escenas entre familiares y allegados de las víctimas.
El derrumbe causó la muerte de dos de los 25 obreros que trabajaban allí. Ellos fueron Joaquín Briga y Guido Bagliotto.
Heridos
Un caso especial ocurrió cuando uno de los hierros de la obra golpeó el parapeto que delimitaba la obra que cayó sobre la ochava sudoeste. Eso hizo que ladrillos de la mampostería volaran y cayeran sobre dos hermanos que iban caminado rumbo a su trabajo en “La Chicago”. Dolores Carám sufrió heridas en su cabeza por los trozos de ladrillos que la golpearon mientras su hermano Alfredo relató a los periodistas que “descendía de la acera oeste de Muñecas en el preciso instante en que sentí un estrépito extraordinario, sobrecogiéndome el ánimo. Creí, en ese momento que se había desatado la furia de un terremoto, pues empezaron a caer sobre mí, ladrillos, cascotes, maderas y trozos de hierro. Pensé que había sonado la hora final del mundo. Esto es cuanto puedo decirles, pues segundos más tarde perdía el conocimiento”. Al parecer ninguno de los dos tuvo heridas mortales pero Dolores si requirió más cuidados e internación.
Nuestro diario consultó a varios arquitectos sobre el desastre ocurrido y todos coincidieron a manifestar que el fuerte viento causó el derrumbe en consonancia con la opinión vertida por constructor Vicente Meloni. Los especialistas consideraron que el viento se “embolsó en la concavidad formada por el techo” al tiempo que se caía.
De primera mano
Uno de nuestros cronistas, que estaba en un café de la zona salía de allí y caminó por el lugar del derrumbe segundo antes. Estas fueron sus primeras impresiones. “Un estrépito atronador, terrorífico señaló el siniestro. Vi caer el techo y vi cómo material de cemento caía sobre la calzada de Muñecas. He estado a escasos pasos y puedo decir que por razón de segundos no he sido otra de las víctimas. He visto al primer herido que pudo salir por sus propios medios de entre los escombros: con el rostro ensangrentado, denotaba el su extravío el trágico instante vivido pues si atinar a nada, fue a sentarse unos pasos más allá, en dirección a la calle Córdoba” y agregaba que “la aglomeración del público fue casi instantánea. Pero segundos más tarde cundió el pánico: los cables conductores de la fuerza eléctrica se habían cortado y el viento, que soplaba con fuerza, amenazaba con arrojarlos a la calle”.
Todos los tucumanos fueron solidarios y el comercio también. Negocios prestaron vehículos para transportar heridos así como aportaron materiales sanitarios. Una línea de colectivos hizo que sus unidades trasladaran al personal militar que ayudo con las tareas de remoción de escombros y rescate. Por su parte, el cine Rex donó todo el dinero producido por la función continuada del lunes 23 de agosto a las familias de las víctimas.
El edificio se reconstruyó y “La Tropical” se inauguró -con gran publicidad- el 2 de mayo del año siguiente. Con el mismo nombre, en 1968, el negocio se transformó en un supermercado. Finalmente, en junio de 1978 la firma desapareció, y desde entonces los muros alojan a Tiendas “San Juan”, hasta nuestros días.
Dos obreros muertos fue el resultado de la caída del edificio de La Tropical. Fuerte viento y calor.